17.05.2005
EL DESCENSO DE ORFEO
Los santos no saben que la eternidad y el reposo pueden ser lo mismo que el caminar y la infinitud.
En el Averno
El descenso no ha terminado. Como si fuera poco, aquel quien todo lo cautiva, quiso morir dos veces por la misma mujer. Si Orfeo hubiese nacido en Chile jugaría a las cartas, tiraría el Tarot y tendría un trago bautizado con su nombre; para olvidar se supone o para disfrutar de nuevo en una súbita ocurrencia e inspiración fugaz de la, también llamada, soledad esencial (Blanchot).
Afirmamos junto con Derrida que no hay posibilidad de pensamiento silencioso, pues lo indecible es asimismo impensable, y para que éste doble juego sea posible hace falta que el lenguaje este plagado (diseminado) de duplicidades. En cualquier caso, el mundo es textualidad, o sencillamente: Escritura.
Así, hasta hace pocas décadas las teorías sociales se erigían como la conquista intelectual de un ser pensante cuya única compañía es la página en blanco, y su soledad esencial. No obstante, considerando las consecuencias (no-) intencionadas de la inversión del óptimo platónico y las continuas transformaciones sociales– la producción solitaria, desarrollada lejos del mundo, parece no ser considerada como un pensamiento necesariamente "situado", y por tanto, carecería de las herramientas suficientes para interpretar la realidad social.
Por el contrario, la sociología hermenéutica del conocimiento se esfuerza por resistir a la tendencia que significa simplificar las explicaciones macrosociológicas, sin reconocer que se trata de intensionalidades de sentido, y no únicamente de suposiciones de sentido, examinando así los efectos colectivos de éstos.
En este contexto Foucault se nos presenta como coetáneo al estructuralismo y al pensamiento analítico. Para él, el ser humano es considerado un objeto poliedro, quien mediante su actividad dirige su pensamiento de alteridad. Más antecedentes en:
http://www.uni-leipzig.de/~iafsl/dfg_k_sp.html
http://www.sindominio.net/~xabier/textos/adt/adt.html
http://www.ucm.es/info/especulo/numero21/talens.html
http://www.sindominio.net/versus/paginas/textos/textos_00...
En éste libro-rizoma cada fragmento puede leerse desde cualquier sitio y puede ponerse en diálogo intertextual con cualquier otro. Tal libro, según Deleuze y Guattari, "niega al logos, a la trascendencia de la idea, a la anterioridad del concepto, al tribunal de la razón, a los funcionarios del pensamiento, al sujeto legislador".
UN LIBRO-RIZOMA CUMPLE SEIS CONDICIONES SINO EMANACIONES (RIAXIS):
·Conecta cualquier punto con otro punto cualquiera.
·Cada uno de sus rasgos no remite necesariamente a rasgos de la misma naturaleza (no es necesaria una unidad coherente, sino que más bien promociona la heterogeneidad).
·Multiplicidad: pone en juego regímenes de signos muy distintos; no está hecho de unidades, sino de dimensiones, no tiene principio ni fin.
·Establece rupturas significantes.
·Es cartográfico: está hecho de líneas de fuga, es decir, no filiables, como en una arborescencia.
·Contrariamente a los parámetros miméticos, el rizoma está relacionado con el mapa que debe ser producido, siempre desmontable, conectable, alterable. No responde a modelos estructurales o genéricos, no confluye, sino que constituye un modelo acentrado. No exige reconocimiento de estructuras o sentidos u orígenes o intenciones.
Estas características son perfectamente asimilables a la práctica hipertextual y a sus psicodinámicas. El rizoma, pues, resulta ser una imagen adecuada para representar la hipertextualidad. Puntos de intersección de discursos similares en campos diversos (cuerpos, espacios geográficos, imágenes, mensajes, entre otros) donde aparece la misma intención fragmentadora y a-histórica. Es una distribución de puntos no organizados en un esquema visible.
Rizoma= Distribución de circuitos. Tallo horizontal y subterráneo, como el del lirio. Para Deleuze y Guattari, existen tres tipos de libro: el libro-árbol, que seguiría una lógica binaria; el sistema raicilla, de raíces múltiples, y el libro-rizoma, constituido por mesetas (fragmentos) autónomas, comunicadas por microfisuras.
Poder no es un corpus, no es algo en sí. Es orgánico, no es invariable. Es multidireccional. Es energía circulante disponible en redes y sin detentor monolítico. Posee dispositivos, circuitos, y ases de relaciones. No hay centro. Sólo descentricidad y discontinuidad.
Foucault nos proporciona una caja de herramientas para eventualizar rupturas, evidencias para hacer surgir una singularidad. Examinamos, por tanto, las relaciones de fuerzas que forman la universalidad por desmultiplicación causal para analizar las formaciones discursivas de este sujeto poliedro de integralidad. Y descomponer internamente los procesos de producción de sentido (juegos de verdad) para develar la Transformación-Técnica-del-Imperio-de-lo-Normal. Represión técnica e Individuos Normalizados. Barthes, del mismo modo se preocupó de relaciones distributivas e integrativas, y del proceso de normalización. Normalizar en caso de segmentariedad como forma moderna de servidumbre.
En consecuencia, no hay originalidad, sino regularidad. Quiebres y rupturas. Razón por la cual, nuestra atención se focaliza en los intersticios (más tarde microracionalidades) pues en ellos se evidencian los estratos con las isotopías que la atraviesan.
Por tanto, lo que sustenta finalmente al Poder es que éste induce cosas productivas. Produce producción. Produce registros. Produce placer. Y produce discursos profundamente arraigados en topoi moleculares. Es por ello que Lucrecio, Spinoza y Nietzsche hacen notar la ausencia de riesgo en las regiones epistemológicas en las que se aventura el pensar.
Marx denuncia que el capital está fundado en la propiedad de los medios de producción, y el origen de la propiedad privada está en la existencia de la propiedad privada, su consecuencia, la deshumanización y enajenación del trabajo a riesgo de perder la esencia; el ser se objetualiza. El trabajo que debiera liberarlo, lo domina.
Freud nota el quiebre Placer/Realidad, pues destaca la existencia de una lógica consciente que es inconsciente, pero finalmente operativa (se hace conciente sin nuestra voluntad). Para él, el inconsciente es deseo y la racionalidad establece la forma como ordenamos (y jerarquizamos) ciertos fines culturales en función de determinados medios sociales, que para su consecución nos exigen postergación del placer y tolerar la frustración; en efecto, hablamos de racionalidad (Weber).
Así, durante el siglo XVIII el positivismo acentúa de modo particular la correspondencia a los objetos. A=A. Adequatio. Modelo en donde la relación analógica entre el estado psíquico es una relación obligatoria expresada en lenguaje.
No hay razón moral sino epistemes, es decir que el orden es establecido y responde a una clasificación social a partir de determinadas formas de conocimiento y discursos sociales, y quien se sale de la episteme transgrede la normatividad de aquella.
Veremos, entonces, que la transgresión mencionada tiene la capacidad de proporcionarse a sí misma una superficie de reflexión que nos permita agitar el logos en una fisura que denominamos oblicuidad (Lôxos).
¿Errores de construcción ó presentación del sujeto ling¨´stico?
Todo es interpretación. La verdad es un hecho interpretado. Consenso de los sujetos que validan la correspondencia, no menos interesado. Pero esta Verdad es: ¿Enunciada o dada?, ¿Es una libre capacidad de proponer una verdad contraria de carácter entretenido/didáctico o agradable /ideológico?.
Ante este escenario es un deleite maximizar esta superficie de reflexión e indagar en torno a la necesidad de verdad. ¿Necestitamos la verdad?, ¿Cómo se define?, ¿Unidad de sentido o diversidad fenoménica?, ¿Concordancia profunda o criterios de verdad?, ¿Verdad profunda o ideología de los medios?
Para Ardent, la verdad es un reflejo objetivo de datos, proceso individual en la construcción de la verdad más que evidencia y principios apodícticos. La correspondencia es sólo un medio, puesto que la verdad está en la palabra (Principio de Reducción).
Situamos, por tanto, nuestros esfuerzos en torno a la representación de los hechos desde el universo del lenguaje. Para ello debemos hacernos cargo de elementos fluctuantes ya que el método seleccionado impone sus condiciones de percepción, condiciones que son arbitrarias al punto de decidirse a sí misma.
Así, cada ente impone sus condiciones de percepción y aceptamos que el método acota el objeto y el objeto decide el método. En este sentido, la tarea es doble, pues debemos resiginificar y desidentificar la concepción de lo real. Si la verdad es argumentativa, lo real será perspectiva.
Cada sujeto tan sólo tiene su fidelidad al punto de vista.[1] El sujeto es una unidad de verdad que se constituye históricamente y que tiene una característica que lo particulariza como tal; la identidad entendida como la capacidad que tienen los sujetos de diseñarse y procurarse una estética de la existencia.
A riesgo de caer en una ontología del presente. Nuestro objetivo es situar al Sujeto lingüístico en tanto "es algo" que nos permite justificar la diferencia, operar en la oblicuidad, y dinamizar aquello que le permite al sujeto legitimar lo distinto y lo diferente para enarbolarse como una unidad hermenéutica, que porque es distinta llegará a ser auténtica.
Fedro en manos de Derrida
Platón supone la diferencia entre escribir en el agua y escribir en el alma. La seducción se torna amenazante, puesto que, es un acto o una operación que tiene lugar en el mismo vértice que converge a la cláusula del saber y a la diseminación del sentido.
No se trata de decir lo que se ve, puesto que descripción no es descubrimiento. Es creación del espacio patrimonialista en tanto inscribe, circunscribe y graba un determinado pecunio llamado Cargo/Poder. Se trata de decir lo que transgrede, pues es lo que marca y reafirma la diferencia.
“La diferencia de estructura entre el lenguaje absolutamente natural (que hay que distinguir de la lengua natural) y el lenguaje absolutamente artificial permanece inquebrantable. Y como la lengua llamada natural, hecha de palabras y nombres, está fundada en lo arbitrario del signo, no será jamás natural, con esta naturalidad del grito o de la risa que traspasa, según Descartes, todas las fronteras nacionales... tanto los campesinos como los filósofos... hablan lengua natural. Son pues al menos igual de receptivos...”[2]
Aceptamos que la lengua es un estado intermedio entre el hombre y la modernidad. Pero la escritura es detentada con trucos y encantamientos que persiguen finalmente la purificación. Pharmakon con pharmakeus (mago, brujo, o prisionero) y pharmakos (chivo expiatorio) denotan la noción de veneno y remedio, cura e infecta al cuerpo necesariamente enfermo, cuerpo permite identificar localizar el mal, y traza el borde (limes) que circunscribe el interior como puerta al exterior.
Aquella diversión encubre la diversificación y por tanto movimiento, lugar y juego (de la diferencia) que esta típicamente encubierto y solapadamente feroz. Además, proporciona las condiciones propias para que una intrincada red de denunciaciones y renunciaciones que realizan un control, selección y redistribución de la Censura. Y por tanto, Poder de Prohibir.
Entonces, ¿Cómo se legitima y controla el poder?, ¿Dominación o legitimación discursiva? La legitimación del uso se define como dominación. El poder se expresa en verbo y no en el sustantivo. El poder se expresa en la acción, y no en cómo se define. Y la legitimación es una explicación no-lógica que justifica determinada institución y pautas culturales que adjudican categorías normativas a sus imperativos.
¿Cómo opera este borde/límite/pasaje?
La existencia separada entre la personalidad/esencia (adquirido/innato) es producto de la personalidad que actúa por su cuenta. De ahí el prejuicio de entender la escritura como derivación (anexada y constreñida) como concepción mecánica del mismo puesto que la inflación del lenguaje.
Recordemos que “el significado originario de Logos es, como subrayó Heidegger, leer, es decir, juntar, reunir la ‘Lese’, la cosecha, la recolección.”[3] Logos como origen de la verdad contenida en un sistema alocutorio. “Logocentrismo es el otro nombre de la metafísica griega y de regulación verbal de propiedad.”[4]
La idea de ciencia y de escritura sólo tienen sentido para nosotros a partir de un origen y en el interior de un mundo a los cuales ya han sido asignados a un ciento concepto de signo. La escritura es lo que permite a la ciencia la condición de posibilidad de los objetos ideales. “La determinación del ser como presencia constituye para Derrida prácticamente la matriz de la historia de la metafísica.”[5]
Metafísica de la escritura fonética, el etnocentrismo más original y poderoso (...) que en un único y mismo orden dirige: El concepto de escritura, (...) la historia de la metafísica, (...) y el concepto de ciencia o de cientificidad de la ciencia.”[6]
Para evitar toda forma de pensamiento que pueda ser catalogada de -anti- no esperada del argumento inicial, pronunciamos el encantamiento a viva voz: Agitar el lôxos en el logos con un lokhos.
Como colofón, podemos dejar enunciada nuestra preocupación: ¿Cómo Timpanizar el oído hermenéutico?, ¿Cómo derrocamiento o deslizamiento?, y más importante aún ¿Cómo se logra la persuasión si no hay identificación?
Finalmente, ¿Hay que dejarse codificar por el logos? O más arriesgado aún, trabajar el lôxos en el logos, agitar la oblicuidad, e interpretar por qué, desde entonces, la historia se ha transformado historia de la verdad.
Notas
[1] “Noéma en la terminología de Husserl, el aspecto objetivo de la vivencia, o sea el objeto, considerado por la reflexión en sus diferentes modos de ser dado (por ejemplo, lo percibido, lo recordado, lo imaginado)... Es el sentido de objeto mismo, que es la cosa... lo percibido en cuanto a tal (...) Noésis (...) el aspecto subjetivo de la vivencia, constituido por todos los actos de comprensión que tienden a aprender el objeto, como el percibido, el recordar, el imaginar...” Abbagnano, N., “Diccionario de Filosofía”, Ed. Fondo de cultura económico, México, p. 885.
[2] Derrida, J., “El lenguaje y las instituciones filosóficas”, Ed. Paidós, 1995, p. 82.
[3] Gadamer, H., “El giro hermenéutico”, Ed. Cátedra, Madrid, p. 98.
[4] Sollers, P., en la introducción a Derrida., J., “De la gramatología”, Ed. Siglo veintiuno, Madrid, 1998, p. ix.
[5] Gadamer, H., “El giro hermenéutico”, Ed. Cátedra, Madrid, p. 87.
[6] Derrida., J., “De la gramatología”, Ed. Siglo veintiuno, Madrid, 1998, pp. 7-8.
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